MI TIERRA SANTA

martes, 10 de marzo de 2009

MIS PERSONAJES.

Al recordar a las personas que hoy describo en estas notas, no es con la idea de faltar al respeto, sino con la ilusión de recordar la infancia, por que cada uno de ellos dejó huella imborrable en mi ser y creo que en muchas personas, ya que pude sorprenderme, pude haber sentido temor, pero después de un tiempo pasado, hoy los recuerdo con admiración, con cariño pero sobre todo con respeto. RUEDAS. Lo miro caminar a través de la gran plaza, lo recuerdo avanzar con unos pasos de gigante, me sorprende su estatura, su pantalón de mezclilla de pechera, su sombrero, su barba, sus zapatos mineros, pero sobre todo me llama la atención una gran rueda de hule (que se trozaba de una llanta de carro), y un gancho de fierro, con los que se podía jugar al gancho y la rueda. Salía corriendo y él, me tomaba entre sus brazos, me sentaba en su gran rodilla y me comenzaba a platicar, aún no recuerdo que me decía, pero me sentía a gusto, para después, dejarme parado frente a él y verlo alejarse llevando en su mano aquel inofensivo juguete, por el que tal vez le llamaron “Ruedas”. LENCHA. De vez en vez, escuchaba hablar de aquella dama, decían que se encontraba así porque estuvo a punto de casarse y en el último momento, la dejaron plantada, y la debilidad de su carácter la llevo por ese camino. En un principio me atemorizaba, porque la veía bajar por la calle del barrio de California, y me sorprendía, después veía como los otros niños, chicos y grandes, hacían burla de ella y entonces profería grandes groserías, amagando con actuar en contra de ellos pero no podía porque su estado de embriaguez era mucho y de ahí su sobrenombre, “Lencha la Borracha”. CAFIUT. Al principio de conocer a este singular personaje, me asombraba pero a la vez me daba miedo, tal vez, por su vestimenta o por su apariencia. Hoy doy vuelta al rincón de mis recuerdos y entonces tal vez lo comprendo. Él caminaba los barrios de la Melchor Ocampo, donde vivía en un humilde y abandonado cuarto; la 18 de Marzo, el barrio de la Guadalupe, la 16 de Septiembre, la Santos Degollado, la Clarines, la Chihuahua, la calle Mina, la Guerrero, la González Ortega y hasta la escuela ASARCO. Era un ir y venir todas las tardes y precisamente su apodo, se debió a que en algunos hogares, se paraba y solicitaba una taza con café, pero sólo pronunciaba: “Un Cafiut” y a partir de este hecho se quedó su mote. Lo singular de este personaje era su vestimenta, porque cada tarde era diferente, un ejemplo es que lo podíamos ver con unos pantalones que él mismo cortaba de manera deforme porque una pierna quedaba más corta que otra; un gran saco, que aunque sucio, en él tal pareciera de primera, a parte de que no llevaba ni camisa, menos camiseta; unas botas de minero, que también cortaba en forma dispareja; como sombrero solía ponerse un gran bacin, y remataba con un trozo de alguna rama de árbol que llevaba cargada al hombro y tal vez le marcaba el paso como un gran soldado raso y entonces, comenzaba su gran caminar, acompañado por un grupo de chiquillos que absortos, temerosos, bromistas y curiosos lo seguían de barrio en barrio. Un Don Quijote de barriada, no hacía daño a ninguno, pero si sorprendía a propios y a extraños. UGA UGA. Nos sorprendía escuchar que rumbo a la sierra de nuestra comunidad, habitaba un ser que tal parecía un ermitaño. En algún momento a invitación de subir a nuestra hermosa sierra, jamás imaginé que pasaríamos por el lugar donde vivía Erasmo, que así supe se llamaba, pero que la gente dio el sobrenombre porque solo pronunciaba “Ug””Ug”, al tratar de comunicarse. Al pasar por el lugar me llevé un gran susto ya que pasamos ya entrada la noche y sólo escuchaba en un principio el tintinar de unos viejos botes de lata, y al no conocer la forma de actuar de Erasmo, se presentó de improviso, dejándonos a algunos, pasmados y no sabíamos si correr, tirarnos al suelo, o escondernos; lo mire por primera vez su pelo ya en plastas, por el polvo y la grasa, descalzo, semidescubierto de su cuerpo, porque solo llevaba unos desgastados pantalones y remataba una escasa barba pero larga y unos grandes ojos que en la oscuridad parecían enormes. Pasó la sorpresa y entonces vino de mis compañeros la explicación: cuando a lo lejos, se escuchaba el golpeteo de los botes, era señal que Erasmo ya sabía que alguien se acercaba y solicitaba de esa manera que le obsequiaran o compartieran alimento, así de que al volver por este camino, (rumbo al Serrucho), preparábamos algún alimento para dejárselo en un solitario convivió. DOÑA DOMINGA. Ella vivió en un singular lugar localizado al mero pie de la sierra, en el lugar conocido como El Serrucho. Su vivienda, algo especial, para los extraños curiosidad, para nosotros la sencillez y la humildad. Una gran piedra, formando un gran hueco, como si fuera una cueva era la base principal de la casa; los hijos le arreglaron el lugar de tal manera que formaron una linda y sencilla casita, que por platica de ella fueron más de 70 años que ahí vivió. Lo grandioso de esta linda señora, era su trato, su espléndida cortesía y el saludo que brindaba a propios y extraños, porque, qué persona que pasara por el lugar no se sustraía por ver la casita y enseguida la cortesía de Doña Dominga. Entre todo supe aprenderle que Dios le dio una larga vida de trabajo, de armonía con la naturaleza y de gran señora. CHÚ PERIQUITO. Al caminar por las calles de nuestro pueblo, podíamos escuchar alguna melodía infantil o alguna de moda, pero sobretodo para los niños, en voz de una persona mayor, que se hacía acompañar de un instrumento musical, llamado triángulo, que tocaba para tratar de acompañarse en sus canciones, así como un gran cucurucho de lámina a manera de vocero, por el que emitía su canto. Alrededor de él, se juntaba la muchachada y entre gritos y porras cantaba su más famosa tonada: “Arre que llegando al caminito, aquí mi chú, aquí mi chú...”, y para sorpresa nuestra, imitaba el rebuznar de los asnos. Al término de su melodía solicitaba de sus concurrentes, la aportación económica de “Lo que sea su voluntad”. Quienes osaban en decirle “Chú Periquito”, como respuesta escuchábamos: ¡No me llame así!, Periquitos, sólo los animales. BARO MONÁRREZ. Si puede existir persona alguna que con alguna discapacidad son muy luchistas por la vida, este personaje sería uno de los representativos. Cuentan que por un accidente quedó con una discapacidad, lo que no fue impedimento para verlo sobresalir en los concursos de aficionados que se organizaban en el pueblo, él era el primero en inscribirse y siempre con su distinguida voz escuchábamos: “La negra noche tendió su manto...”; buscar el sustento aseando calzado, vendiendo billetes de lotería, el periódico y a las burlas de los demás, siempre encontraba hacerlos quedar mal. Esto no es extraordinario, sino lo singular del personaje era que con todos entablaba amistad y a pesar de que en sus últimos años, se dedicó a hacer mandados y barrer calles y banquetas, su actividad siempre la comenzaba entre las tres y cinco de la mañana, y sobre todo cantando. Este personaje en el cuatrocientos aniversario de la fundación de Santa Bárbara, por su lucha por salir adelante, fue objeto de merecido reportaje a nivel estatal en uno de los periódicos de mayor alcance “El Heraldo de Chihuahua”. DON ÁNGEL Jamás pudo haber pasado desapercibido, su voz no era extraña a los habitantes, podía verse de calle en calle anunciando desde un comercial de alguna tienda del pueblo y hasta la función completa del cine. Se hacía acompañar de un gran vocero (una especie de embudo de lámina o cartón), con el que se acentuaba más su gruesa voz, por lo que se le conocía como: “Don Ángel el ronco”. Tenía un estilo muy peculiar ya que al ir anunciando sus eventos, a la gente le hacía escuchar que para atravesar las calles de una acera a otra, tenían que hacerlo por las esquinas, nunca a media calle, ya que así se evitaban los accidentes. La cortesía y la disciplina eran base de su labor, llegando hasta una edad bastante mayor a efectuar su labor. DON CARMELO. Entre los personajes que bien pudiera recordar por tener cierta semejanza con el pregonar de los ropavejeros, no por los objetos, sino por su manera de anunciar su llegada y su presencia: “Cambio por dinero o por botellas”, se escuchaba por las calles de mi pueblo y a la distancia podíamos observar a Don Carmelo, siempre con su singular saco de casimir, gris y raído, desgastado; un pantalón de mezclilla o gabardina, en las mismas condiciones, huarache de tres agujeros, un sombrero de paja o resistol, también ajado y su gran pelo y bigote blanco. Siempre acompañado de un burro, con dos huacales, haciendo el trueque, máxime en la temporada de las tunas, que cambiaba por dinero o por botellas, las que vendía en los depósitos. Tan singular personaje, porque quien osaba hacer burla de las tunas, como respuesta recibía, “tapona ...” DOÑA NACHITA Persona que bien pudo llegar a cumplir cien años de vida, proveniente de una familia humilde, pero llena de una vitalidad enorme, ya que sus últimos años se le veía caminar por las calles de Santa Bárbara, con una sonrisa, con una broma y con una alegría cuando lograba corretear a niños y niñas al salir de las escuelas, asustándolas al imitar el sonido de los gatos. Afortunada madre, que entre su familia destacan grandes jugadores de básquet ball pero también del ganador del maratón minero que se corría de San Francisco del Oro a la Cd. de Hidalgo del Parral, Chih, estableciendo record para un corredor de la región, siendo el señor Eleuterio “Tello” Cruz.

domingo, 8 de marzo de 2009

EN UN LUGAR DE MI PUEBLO.......